Román Macaya Lahmnan
11 de noviembre de 1903 - 11 de enero de 1993
Muy joven, Román Macaya Lahmann se fue a California a estudiar ingeniería eléctrica. Allá trabajó un tiempo y sacó su licencia de piloto. Apasionado por la aviación, participó en varias competencias aéreas. Añorando su país, concibió la idea de regresar y establecer una aerolínea de capital netamente costarricense, en contraposición a la ENTA, primera aerolínea fundada en 1931 y que operaba en Costa Rica, pero con socios, administración y pilotos norteamericanos.
Con su amigo Paul McCarthy compró en San Francisco un avión Curtiss Robin que bautizó el Espíritu Tico y emprendieron el 10 de setiembre de 1933 un viaje épico hasta Costa Rica. Habían planeado que duraría una semana, pero el mal tiempo y varios contratiempos hicieron que tardaran casi un mes. El avance de su trayecto era reportado diariamente por los periodistas locales y se creó gran expectativa entre el público. En algunos momentos se perdió comunicación con los aviadores y se temía que se hubieran accidentado. Finalmente, el 5 de octubre de 1933 Macaya llegó a La Sabana, pero no pudo aterrizar por el mal tiempo. Prosiguió a Limón y allí pernoctó. A la mañana siguiente, 6 de octubre, viajó a La Sabana, y fue recibido como un héroe por una multitud que lo acompañó en un desfile a la Casa Presidencial y luego al balcón del periódico La Tribuna, para saludar a la inmensa cantidad de personas congregadas allí en su honor.
Poco después de su llegada hizo contacto con allegados en Guanacaste, y con la ayuda de ellos, particularmente de don Matías Sobrado, fundó Aerovías Nacionales, con su avión Curtiss Robin. Luego de varios debates el presidente de la República, Lic. Ricardo Jiménez, finalmente firmó el contrato otorgándole rutas nacionales y una subvención a cambio del transporte del correo aéreo, al igual que se había hecho con la ENTA, y envió el contrato al Congreso para su ratificación.
Don Román procedió entonces a comprar aviones más grandes, como los bimotores Curtiss Kingbird, y a expandir sus servicios por todo el territorio nacional, en competencia directa con la ENTA. Ambas aerolíneas llenaron así el vacío que había dejado Pan American al abandonar los vuelos locales. Las zonas rurales se beneficiaron grandemente al contar con más frecuencia de vuelos, mejores y más grandes aviones y tarifas más baratas.
La competencia entre ENTA y Aerovías Nacionales hizo crecer a ambas empresas, pero resultó ruinosa económicamente. Al ingresar TACA de Costa Rica a operar en el territorio nacional con equipo de vuelo más moderno, ENTA y Aerovías Nacionales decidieron fusionarse para hacerle frente. Sin embargo, esto no fue suficiente, y TACA terminó comprando ambas empresas. Lowell Yerex, fundador de TACA, conocedor de la capacidad de don Román, le pidió que se quedara como Gerente, posición que desempeñó exitosamente por varios años, hasta que Pan American decidió acabar con TACA y fundó LACSA, haciéndole una despiadada competencia.
Su secretario personal en TACA era el joven Otto Escalante, y don Román arregló para que se le otorgara una beca para estudiar aviación en Estados Unidos, formando así no solo a un sobresaliente piloto, que fue un héroe en tiempos de la revolución de 1948, sino también al ejecutivo que años más tarde llevaría adelante el desarrollo moderno de LACSA.
El profundo conocimiento de Macaya de la aeronáutica le llevó a ser designado delegado por Costa Rica en las reuniones en Chicago en 1944 para el establecimiento de la OACI, Organización de Aviación Civil Internacional.
En 1952, habiéndose retirado de TACA su fundador Yerex varios años antes, lo que debilitó a TACA internacionalmente, LACSA llegó a adquirir a TACA de Costa Rica. Don Román se dedicó entonces a actividades particulares, como la importación de maquinaria agrícola y tuvo negocios con la Osa Forestal para la cual también volaba en vuelos especiales.
Nunca dejó su interés por la aviación e incluso volaba ultra ligeros a edad avanzada, sin el consentimiento de su familia.
Finalmente, después de una vida plena, el 11 de enero de 1993, a los 89 años, decidió cerrar sus alas para siempre.
Nuestro país le debe a don Román Macaya un agradecimiento eterno por su visión de establecer la primera verdadera aerolínea nacional y su lucha incesante por llevar el progreso a las más alejadas comunidades, salvando en muchas ocasiones la vida de sus habitantes y facilitando el comercio local y las comunicaciones con la meseta central, un verdadero pionero de la aviación comercial de Costa Rica.